Hace unos días, con mi hijito dedicamos un buen rato de la tarde a la observación de un caracol. Él lo miraba con asombro: su lento desplazamiento, su casita a cuestas, sus ojos y cuernos "retráctiles".
Desplegaba su verborágica jerga mechada con gritos eufóricos: "¡Cocol!", acercaba y alejaba su dedito de los cuernos y le brindaba al mismo algún que otro "viaje dirigido" que hacía que el pobre bicho tuviera que empezar de cero su recorrido. No salía de su asombro al igual que yo.
Realmente es un animal muy curioso. Bueno, como todos si bien se miran.
Me hizo acordar a un refrán que le gusta a mi padre: él lo dice en inglés: (Parece que lo aprendió en el Nacional) "Slow but sure". (Lento pero seguro.) Pensaba que como no iba a ir lento si tiene mucho peso que cargar: su casa.
Y así como de paso me evocó como de algún modo también las personas llevamos en forma simbólica y en gran medida en forma concreta nuestras casas a nuestras espaldas, nuestros hogares, de donde venimos.
Y como yapa, algo sobre la teoría de las defensas psicológicas para aficionados: la parte blanda y la parte dura, la caparazón que tanto pesa y hace arduo el avance. Defiende, pero te hace perder bastante. No es el caso del caracol a quien la naturaleza dotó sabiamente de tal estructura, vaya uno a saber para que, pero seguro que le sirve de mucho. Si es el caso de nosotros los seres humanos que desarrollamos durezas para evitar sufrir y con ello perdemos gran parte de nuestra de nuestra sensibilidad
1 comentario:
Mi hijo también queda fascinado con los carcoles.
Todos tenemos algún caparazón como el caracol. Unos más, otros menos.
Saludos Mariana!!!
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