Cada tanto la vida me da un baldazo de realidad.
Si no, el oficio hace lo suyo, pero cuando pasa esto, vibro.
De entusiasmo por hacer lo que hago.
De vértigo por la responsabilidad.
La miro, la estudio, la pienso, la hablo.
Pero cuando más funciono es cuando me duele.
Cuando me duele su dolor, empiezo a pensar mejor.
A intuir con más claridad, a encontrar otro camino.
Charlando con ella volvi a dolerme por aquella otra.
La que viene cada lunes, si el estudio la deja.
La misma enfermedad, pero una vida diferente.
Cada tanto tomo conciencia cabal de que no es lo mismo estar que no estar.
Aunque tantas veces evalúe en negativo.
Cada tanto el dolor ajeno me duele como propio y mi trabajo se hace más eficiente.
Y no sólo eso: también se vuelve mas intenso y más trascendente.
2 comentarios:
Te entiendo, Mariana, aunque nuestras actividades no son las mismas y ls posibilidades de ayudar, tampoco. Muchas veces en la escuela, impávida e impotente, recibo ese baldazo de realidad, ese testimonio que me deja desconsolada preguntándome ¿por qué sucede esto? Ojalá pudiese hacer algo más que escuchar.
Besos
a veces el dolor hace que una ponga lo mejor y descubra, a veces, que podia, que sabia, que podia dar mas y mejor... y esos descubrimientos no se olvidan.
me alegra que te tomes 'el trabajo' tan en serio y tan personal... y como decis en la ultima frase eso trae otras cosas que una agradece, valora y esta bueno no perderse.
un beso a todos!!!
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